Vengo pensando una cosa:
En la parábola del Buen Samaritano, qué para mi es la parábola del Buen posadero… ahí les cuento.
La historia que les cuento está en “Lucas, 10, 14-39”. Siempre me pareció una hora ese cifrado, cuando era chico hasta miraba el reloj de un tal Lucas, pero bueno, vieron que la biblia es la historia de un man que día a día le pasan cosas. Se junta con pescadores, hinchas de Newell's, escribas, canallas y los va atendiendo de a uno y enseñando “la Buena Nueva”. En uno de esos match, se cruza con un hombre de ley.
Jesús, hablaba en parábolas, tal vez para entender que no todo es tan fácil de entender, sino que hay que hacer un esfuerzo. Bueno, la cosa es que este “doctor en ley”, un abogado sería tudey, se cruza al crack, y le pregunta qué debe hacer para merecer el reino. Raro… qué un abogado se pregunte esto, pero vamos a creerle. La historia sigue así:
Cristo, antes esa duda abogadil, le pregunta: ¿Qué es lo qué está escrito en la ley? y como siempre, para demostrar que saben, ponen play en el cassette: “amarras a tu señor, tu dios, con todo tu corazón, y a tu prójimo como a ti mismo”
Cristo, le dice: “Bueno, bien, Haz eso y deja de joder”.
Pero el hombre de la ley insiste: “¿pero quién es mi prójimo?”
Ahí Jesús, viendo que no le quiso cobrar la consulta, aunque en realidad él vino a él, arrancá el relato:
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendo. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al posadero. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
—El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.
—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.”
De estas tres opciones, yo me quedé con la cuarta. La del posadero. Ni hablar que el gesto del buen samaritano es descomunal y hay que hacerlo. Hay que ejercitarse en estar atento a todas las cosas que pasan, en el prójimo, en asistir al hermano que sufre, a las personas mayores, a los niños de la familia y del barrio. Hay que callar al yo que es una condena. Hay que ir hacia las obras, hacer más, en vez de hablar de las éticas. Hay que aprender a escuchar. Hay que hablar último, como hacían los samuráis y Sócrates. Esa es una licenciatura que hay que hacer. Licenciado en escuchar. Los aimaras, decían que ser pobre, es no tener comunidad. No estar atento a lo que le pasa a los demás. No preguntarles cómo anda su vida, sus sueños, padres o familia. Sino que ver al otro como un par de oídos gratis, para que reciba nuestros teatritos diarios.
Hay mucha gente que se empaña con el paso de los días en no hacerse querer. Los samaritanos muchas veces marcan el camino, marcan lo que hay que hacer, avisan y siguen. Pero es el posadero que representa a esos miles de trabajadores que mantienen la cosa en sí. Porque un hombre (incluya a las varonas también) es el espacio que ocupa. Los de mantenimiento, los que trabajan en limpieza, los enfermeros, los que asisten al necesitado, al enfermo, al que está desconcertado, al que fue descartado. Los que dejan los espacio ocupables, aptos. Los que aún salvan las instituciones. Esos trabajos diarios en la trinchera, que siempre son los peores pagos. Miles de trabajadores que sostienen un mundo, que se está desvaneciendo. Hacen un mundo menos peor. Por lo general nadie los escucha. No tiene voz. Pero están ahí. Ayudándose, asistiendo, dando la parte del hombro que pueden, levantando perros de la calle, haciendo lo que pueden todos los días de sus vidas.
El trabajo del cuidado de la casa común, como dice El papa cuervo Francisco. Los que están ahí, son como los que nombra Borges en su poema “Los justos”: “esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”. Míralo vos a Borges,al final era justicialista.
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