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EL POST YOLISMO

 

¿Cuántas vueltas se le pueden dar a una obra? O sea, entre volver a verla, pensarla, rumiarla. Me gusta cuando uno re-ve, re-lee, vuelve a pasar por las calles donde estuvo todo. Volver a llorar, para saber si sigo siendo trolo o si me endurecí. La risa lo mismo. Pero hay algo en la liquidez de la risa —que es difícil volver siempre a reír con lo mismo—, creo que ahí hay un desgaste, y además algo que la hace única. En cambio, la tristeza es como una ciudad que quedó en el tiempo: seguís llorando siempre. Eso creo hoy.

Ser una especie de antropólogo de la nostalgia es volver a pasar por las cosas artísticas que nos tocaron, o nos manotearon la fibra más sensible: el corazón, querido estudiante contable...

Digo todo esto porque siempre me pasó con una obra que me parece maestra: Made in Lanús, de Nelly Fernández Tiscornia. Una autora que fue como una “cazafantasmas”, porque cazó un espíritu de época y pudo escribir una ficción con eso. Es una obra que releo, veo la película de Juan José Jusid (Made in Argentina —se la “universalizó” un poquito para vender más—), porque el título me parece insuperable, ya desde el vamos. A quien no la vio, no lo spoileo, pero trata sobre la teoría del suelo. Sobre el suelo argentino. Los que se tuvieron que ir, y los que ya no pueden volver.

Resulta que en la UNLa, en la inauguración de un ciclo de una carrera, pensaron como apertura de cohorte dar la obra Made in Lanús. Repito: obra maestra descomunal. Es un libro que lo dejás en una banqueta y sale luz. Imagínate verla actuada, encarnada por actores. Nelly capturó algo que, a través de los diálogos, trata de decir.

La obra es un espejo entre cuatro personajes: Mabel y Osvaldo; y El Negro y La Yoli. Cada uno refleja desde sus suelos actuales.  Mabel y Yoli representan la idea de quedarse; son las únicas que están seguras de la decisión que ya tomaron. Osvaldo y El Negro quieren realizar el movimiento de irse, pero no pueden.

Pero no es en la metafísica de la obra donde me quiero meter. Y no es algo que pensé, sino algo de lo que fui testigo: una idea que arrojó una piba, luego de que terminó la obra.

Después de la función, dieron la palabra a quienes quisieran decir algo. Todos agradecieron por la obra. Muchos no la conocían (eso es hermoso). Otros habían visto la película, pero nunca ninguna versión teatral. Muchos haciendo gala de la poética de la derrota de quedarse; muchos sacando el “yo” y diciendo que acá se puede, que hay que quedarse a pelearla, etc., etc. El Yolismo Palooza en su mejor momento.

Pero una chica pide la palabra y dice:

"¿Está mal si pienso en irme? Yo soy madre soltera, y no tengo nada a qué agarrarme, a qué sostenerme..."

La estudiante continuó expresando lo que nadie parece ver, o muy pocos ven. La comunidad deshecha. Y miles pensando así, cuando nadie les presta atención. O no los dejan hablar. Porque primero hablan los culones con título, los profesionales de la palabra genérica.
Todos hablando desde el casete profesional del rubro… y la piba señalando que Argentina vive enganchada en un loop de decadencia del que todos somos culpables. Todos.

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