EL POST YOLISMO
¿Cuántas vueltas se le pueden dar a una obra? O sea, entre volver a verla, pensarla, rumiarla. Me gusta cuando uno re-ve, re-lee, vuelve a pasar por las calles donde estuvo todo. Volver a llorar, para saber si sigo siendo trolo o si me endurecí. La risa lo mismo. Pero hay algo en la liquidez de la risa —que es difícil volver siempre a reír con lo mismo—, creo que ahí hay un desgaste, y además algo que la hace única. En cambio, la tristeza es como una ciudad que quedó en el tiempo: seguís llorando siempre. Eso creo hoy.
Ser una especie de antropólogo de la nostalgia es volver a pasar por las cosas artísticas que nos tocaron, o nos manotearon la fibra más sensible: el corazón, querido estudiante contable...
Resulta que en la UNLa, en la inauguración de un ciclo de una carrera, pensaron como apertura de cohorte dar la obra Made in Lanús. Repito: obra maestra descomunal. Es un libro que lo dejás en una banqueta y sale luz. Imagínate verla actuada, encarnada por actores. Nelly capturó algo que, a través de los diálogos, trata de decir.
Pero no es en la metafísica de la obra donde me quiero meter. Y no es algo que pensé, sino algo de lo que fui testigo: una idea que arrojó una piba, luego de que terminó la obra.
Después de la función, dieron la palabra a quienes quisieran decir algo. Todos agradecieron por la obra. Muchos no la conocían (eso es hermoso). Otros habían visto la película, pero nunca ninguna versión teatral. Muchos haciendo gala de la poética de la derrota de quedarse; muchos sacando el “yo” y diciendo que acá se puede, que hay que quedarse a pelearla, etc., etc. El Yolismo Palooza en su mejor momento.
Pero una chica pide la palabra y dice:
"¿Está mal si pienso en irme? Yo soy madre soltera, y no tengo nada a qué agarrarme, a qué sostenerme..."

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