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j u b i l a t e y a

1 / Cuando uno sale a caminar es una ave fenix que pelotudea. Uno piensa que es inmortal y ve el mundo con otros ojos, el sol se guarda y quedan estelas naranjas, se dice: “porque no lo hago siempre” . Pero es solo una aventura como las que se tiene en verano. El plan “ponerse en forma” o mejor dicho en “mantenimiento” es descartado a la primera invitación de amigos.  Uno, que aún no tiene hijos, es como decimos con mis amigos, un vhs que se le enganchó la videocasetera. Somos como esos pandas que pelotudean en el zoo sin objeto. Vamos y venimos, como los perros también que juegan con una pelota y no existe nada más en el mundo que esa pelota. Pero en esos paseitos flaneurianos (para que vean que algo aprendí cuando curse letras) siempre veo esos cartelitos pegados en los postes de luz: “jubilate ya, con y sin aportes”.  Me dan esas ganas de jubilarme y me digo aunque me falten años de aportes. Pero empiezo a pensar…¿Cuándo se es viejo? Miguelito Houellebecq, escritor franchut...

Abierto por Melancolía

dedicado a la memoría de Pablo Siwak 

¿Cuántos lugares favoritos puede tener el hombre? no digo ese juego del pobre, que pregunta a dónde te gustaría viajar si pudieras, decir: japón, china, Napoli, Barcelona etc.. Total es un juego y nunca vas a ir. Digo esos lugares donde sos feliz casi en privado. Por lo general el único tester que podes usar para saberlo es el cuerpo. Saber que se está en casa, solo cuando estás ahí. 

Uno de esos lugares para mí fue una librería que quedaba en adrogué. A una cuadra donde vivió Borges. La librería la atendía Pablo y fue un librero maravilloso. Murió hace un meses y me enteré porque uno de sus hermanos escribió un mensaje en su facebook. Lo vi tarde. Me dio una pena tremenda. En la pandemia, esa excusa de clase media que aún se usa como comodín para patear todo para adelante, trajo el uso de la balanza para vidas que venían pelotudeando como un ave fénix. Algunos aprovecharon y otros siguen en batalla.  

Para los comerciantes fue un antes y después. Escribieron un manual de supervivencia,- aunque en realidad lo vienen escribiendo hace décadas. Esta fue solo una batalla más. Pablo escribió la suya desde el rubro “libros”. Pablo decía que estaba todo dado para cerrar. Pateaba el cierre para el mes próximo. Pero aguantó. Sacaba foto con un viejo celular y las subía a su página de feybuk. Ahí interesados les decían “Mio / guardamelo / cuanto por este” , luego coordinada un día y los entregaba en su librería. Esta fue su Odisea comercial.

Casi siempre uno ve el mundo desde su rubro, como dice Dalmiro. Si uno tiene un martillo como única herramienta, ves todo como un clavo.  Rara vez uno se pone en los zapatos del otro. Si bien todo se resume a “es muy difícil”, sí lo es. Lo peor es hablar por el otro rubro desde la vaca pastando en el patio. Pero Pablo resistió y salió más fortalecido. Salió con ganas de hacer cosas de la pandemia. Desde escribir un libro sobre una experiencia que tuvo con una revisistita, llamada “Tierra de Nadie”, donde sacaron un montón de números con unos amigos. La última vez que fui me regaló un ejemplar de la revistita. Quería juntarlas todas y sacarlas en libro y comentar brevemente los números y esos años. Después quería hacer alguna juntada en la semana, por la noche, en la librería para ver si hablábamos sobre libros y tomar unos copones.

La historia que se de Pablo es que había estudiado filosofía en el instituto N º41 en Adrogué. Pero un día se aburrió, abandonó y se hizo librero. Eso me contaba mientras yo iba a buscar tesoros en su comercio. Antes fue empleado de la librería, pero en unos años y alguna tramoya se la terminó quedando. Yo iba a revisar, elegía y me iba huyendo. Pasaba todas las semanas y nos íbamos contando nuestras vidas en capítulos breves, como esas series que solo hay un capítulo por semana. La serie era mala, pero tampoco saturaba a los únicos dos espectadores. Él me recomendaba algún título, me hablaba pero yo mucha bola no le daba. Es más con Hernán, otro amigo raro que me dio el profesorado de filosofía, le decíamos “el Cara de verga”. Este Bautismo era porque era el anti marketing total. Estaba con una cara de pocos amigos, pero con los años se fue poniendo más de peluche y me di cuenta que era un tipazo. Te dejaba chusmear esos libros puestos en 90 grados, y cuando se los acercabas te tiraba un precio según ganas. Pablo tenía de todo. Cosas que para mi eran tesoros. Yo venía de comprar ofertas y saldos en calle corrientes y haber dado con un lugar lleno de objetos maravillosos fue genial. Ahí encontré a Cesar Aira, Laiseca,  Dalmiro Saenz, Casas, Celine, Proust, Tolstoi and so on and son on. Pablo tenía además muchos libros religiosos, cosa rara pero a mí siempre me habían atraído pero nunca dí con nadie para que me instruya. Me dio un librito que escribió su padre, donde entrevistaba a un curita. En su librería si eras un hombre interesado por muchas cosas y temas, estabas frito. Era mercado libre, antes de mercado libre. 

Mi biblioteca está asociada a él. Recuerdo cada libro conseguido en su librería. Gracias a él engordó muchísimo. Pablo me dejó varias cosas para pensar. Una es eso de que si uno tiene ideas hay que llevarlas a cabo, poco a poco. Pienso en esas ganas que no concreto, pero creo que ambas eran excelentes ideas. Pienso en todos los libros que tengo de  mis cacerías  en su librería aún sin leer. Pienso que me voy a acordar muchísimo de él. Por su amistad hacia mi. Tengo Kafkas, Shakespeares, Rabelais, Cervantes, San Juan de la Cruz´s, Girondo´s, Faulkner etc- etc. etc que esperan por mí atención. 

Miguele Unamuno, en su libro, El sentimiento trágico de la vida,  decía que él no creía en la inmortalidad, “pobre consuelo” decía, ante esas frases de almohadones como nada se pierde todo se transforma y la mar en coche. Sin mi las cosas no existen, decía. Mis años mozos de Benedettis y literatura pichona, quisieran cerrar esto con una reflexión o una promesa. Pero no. Ni la inmortalidad de los libros ni nada ni bla bla.

Pienso en eso que hizo Isidoro Blaisten, gran cuentista argentino, que tenía su propia librería en una galería en Boedo, cuando cerró su comercio puso un cartel que decía: “Cerrado por Melancolía”. Ese cartel nos los pusimos en nuestros corazones los que íbamos a tu local.  Te vamos   a extrañar muchísimo Pablo. 

Volví a pasar por la librería, pensando que era una joda perfecta para los acreedores. Pero no. Necesité ver el local vació. No sé por qué. Tal vez para no pasar nunca más por esas calles donde estuvo todo…. Cerrando Borgeanamente o haciendo una toma de judo literario, te voy a imaginar siempre siempre trabajando en la librería, siempre abierto “Open Infinito Hs”. 



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