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Hace poco Hernán (mi mejor amigo que me dio la filosofía, tal vez lo mejor que me dio) me comentó que había cerrado el “Video Club Sur” de la calle Maipú en pleno centro de Banfield. Obviamente para un boludo como yo, que me estaciono en la melancolía todos los jueves, eso me dolió muchísimo. Lo primero que hice fue no creerle (un creyente que se apoya en su fe ignata es duro de roer), pero me dijo: “Sí, hasta tiraron todos los VHS en un volquete. Y los cabeza´s sacaban la cintas y la enrollaban por los palos de luz y los semáforos”. Doble dolor. Una de mis pasiones además de los libros, son las películas. Como supondrán mi pieza es un paraíso. Al menos para mi: Libros y VHS. Pero la cosa es que cerró un cacho de historia en Banfield y me siento culpable. Yo también me prendí en la cómoda. Resistí varios años. Es más yo soy del otro lado de Banfield, y era socio de los videos Club cerca de casa: LE-AL (En la Calle Tucumán, era inmenso y la señora que atendía era un amor), y CINEMA (En la calle Vieytes, Donde atendía una piba con cara de pocos amigos pero muy buena cuando uno le daba charla). Al cerrar estos, solo quedaba en pie el gigante BLOCKBUSTER.
Yo me fui a vivir solo y minga al imperio, así que me afilié al último bastión de resistencia, mi Kamchatka: “El Video Club Sur”. Iba a alquilar películas y a pispear lo linda que estaba la que atendía. La iba a contemplarla en mute mientras me hacía que miraba las carátulas de las películas. Como quien miraba las porno que estaban en los estantes de arriba. Tenía dos amigos (Cheuen & Cunninghan) que al terminar la secundaría se fueron a estudiar cine, así que me llenaban de porongas y rarezas (Yo creía en sus gustos, y además quería aprender a ver cine. Cosas de pibe), que yo le pasaba "la lista" a la chica y al señor del video club.
Pienso en la comodidad de los tiempos que corren y el haber tratado de salvarlo. Intentar alguno intento. Una especie de Romanticismo apurado para que no cierre un cacho de nosotros. Pero ahora sí es en vano. A modo de cierre, uso unas palabras escritas en un cartelito que puso Isidoro Blaisten cuando también cerró su librería en San Juan y Boedo, que me vienen justo. Esas dos palabras justas. Que no dejan de ser tristes a la vez: “Cerrado por Melancolía”
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